Debate por el tratado nuclear entre Argentina y China


En febrero de este año, el Gobierno Nacional anunció la firma de un convenio para la construcción de Atucha III, la cuarta central nuclear del país. Y como era de esperarse, hay posturas a favor y en contra.


El Gobierno Nacional informó que el convenio entre Nucleoeléctrica Argentina y la Corporación Nuclear Nacional de China (CNNC) plantea la construcción de un reactor de 1200 MWe (megavatio eléctrico, es la potencia eléctrica), el cual será instalado en el Complejo Nuclear Atucha de Lima, provincia de Buenos Aires.

El Estado sostiene que es un camino posible hacía la transición energética, pero la falta de información despierta inquietudes, sobre todo, teniendo en la memoria los históricos accidentes nucleares, como Chernóbil​ o el accidente nuclear del reactor RA-2 en Argentina, ocurrido el 23 de septiembre de 1983.

Ante el anuncio, en medio de una crisis ambiental, desde el portal de noticias El Resaltador, se comunicaron con diferentes profesionales para abrir el debate sobre la energía nuclear.

Para Silvana Buján, periodista científico y ambiental, miembro de la Red Argentina de Periodismo Científico y la Red Latinoamericana de Periodismo Ambiental, y autora del libro «Energía nuclear: Una historia de engaños, ocultamiento y abandono», el acuerdo por la nueva central es extraño.

El convenio endeudará – aún más- al país, por un emprendimiento que, desde su perspectiva, no es prioritario y es carísimo.

«Los acuerdos deberían hacerse para promover otras alternativas y derivar ese dinero a las energías alternativas o incluso a la explotación del gas», expresó Buján.

La especialista mencionó cuatro puntos claves a la hora de pensar en los pro y contras de la energía nuclear:

  • La promocionan como segura, pero no es así: existe un gran riesgo al manipular, almacenar, transportar y operar materiales radiactivos.

«Los accidentes nucleares no terminan nunca. Pasan y pasan y pasan, lo vemos con Chernóbil​ tantos años después y lo vemos con Fukushima y lo vemos con Mayak en Rusia. Los efectos continúan, es una energía que tiene un impacto diacrónico fuera de la línea del tiempo», explicó la periodista.

  • Es la energía más cara que hay: El cálculo tramposo que se hace para promocionar a la energía nuclear como económica es ver cuánto costó la central nuclear, en inversión neta y cuánto cuesta el combustible que le pones adentro. No se evalúa todo el ciclo económico, que contempla todo el proceso de mineralización, ni evalúa cuánto vale el cierre de esa central una vez terminada su vida útil. Esa cifra aumenta si tenemos en cuenta el valor del tratamiento, acopio y resguardo de los combustibles nucleares a lo largo de miles de años.

«Para residuos de alta actividad no hay en el mundo técnica para inertizarlos, primero, y dónde ponerlos después. Nadie los quiere cerca de su casa», dijo Buján.

  • Una alternativa dudosa para combatir el cambio climático: El mineral de uranio requiere de maquinaria funcionando las 24 horas, a gasoil y combustible, tal como requiere la minería a cielo abierto de metales preciosos.

«Los elementos que utilizan esta tecnología se la pasan viajando, con lo cual las emisiones que puedan ahorrarse, en términos de cambio climático son absurdas. Y además si uno se pone a pensar en el impacto que tienen las emisiones de dióxido de carbono y el impacto potencial que tiene el combustible nuclear de alta actividad es como decir qué es más peligroso: ¿estar encerrado en encerrado en una jaula con un león o  estar encerrado en una jaula con un gatito?», enfatizó.

  • Ocultamiento: las faltas a la verdad, cuando se hacen pedidos de informes, y el ocultamiento son imprescindibles para que este tipo de energía funcione.

«Los ejemplos internacionales de grandes catástrofes son y son históricos: un Chernobyl  que tardó una semana en asumir que había tenido un accidente, que hubiesen salvado la vida de muchísima gente y  la salud de muchísima gente si se hubiesen animado a decir ‘acabamos de tener un accidente’. O Fukushima, cuando la empresa generadora de energía japonesa decía en sus partes de prensa que estaba todo bajo control», señaló.

Franco Gómez Coria trabaja en la central nuclear de Embalse desde hace 11 años, está sindicalizado bajo la órbita del gremio regional de Luz y Fuerza. Él ve el acuerdo como algo muy positivo.

«Considero que va a contribuir en el crecimiento y desarrollo del país. Es importante que haya una decisión política que apueste, que valorice y confíe en la energía nuclear para la generación de energía eléctrica. Siempre para la clase trabajadora es clave que se generen nuevos puestos de trabajo. La instalación de una nueva central va a traer mucho trabajo directo e indirecto, va a generar muchas fuentes laborales. Además, va aumentar la potencia energética de la Argentina, dando mayor acceso mayor eficiencia y mayor progreso», dijo.

Para el trabajador, existen altos niveles de seguridad en el sector. Además destacó que se contribuye en la medicina, parte de esta energía se deriva para uso medicinal. Principalmente, sostiene que esta fuente de energía es confiable, segura y limpia. También resaltó que contribuye a la disminución en la demanda de combustibles fósiles y en la reducción del efecto invernadero, ya que no libera gases, frente a otras formas de generación de energía.

Las contras que el entrevistado encuentra, pueden resumirse en dos: las centrales tienen un tiempo útil de vida; y la falta información o conocimiento en algún público pueden generar algún rechazo.

Pedro Pury, físico y docente de Facultad de Matemática, Astronomía Física y Computación, de la Universidad Nacional de Córdoba, consideró que la tecnología nuclear es una alternativa concreta para la transición energética hacia una matriz de generación que progresivamente utilice menos combustibles fósiles. Pero se debe tener en cuenta que también es una tecnología basada en un recurso no renovable: el Uranio.

«Si bien no arroja residuos al medio ambiente durante el ciclo de vida útil de la central, acumula todos sus residuos con contenido radiactivo, para los cuales no se ha propuesto aún una solución de largo plazo. De igual manera que con los combustibles fósiles, no se contabiliza el costo de ese pasivo ambiental en la ecuación económica de generación de energía».

El docente explicó que hay dos tipos de reactores nucleares en uso para la generación de energía eléctrica: los que usan uranio natural y agua pesada (D2O, una molécula de composición química equivalente al agua) como moderador y refrigerante (tecnología CANDU); y los que usan uranio enriquecido y agua liviana (H2O).

Los primeros son con los que están construidas las tres centrales nucleares existentes en la Argentina. El uranio natural fue minado en el territorio y preparado como combustible para las centrales nucleares con tecnología propia hasta el año 1995. Desde entonces el combustible de las centrales nucleares se importa.

De igual manera sucedió con el agua «pesada». Argentina logró autoabastecerse de este insumo con el que deben reabastecerse periódicamente las centrales también con tecnología propia. En 2017 se cerró la planta de producción de CNEA y se depende del insumo importado.

«Los anuncios sobre Atucha III hablan de un reactor de uranio enriquecido y agua liviana, para los cuales Argentina no dispone de tecnología propia por lo que se impondrá también la importación del combustible», indicó.

Y agregó: «Independientemente de la tecnología del reactor también es importante conocer qué porcentaje de la fabricación se realizará con recursos tecnológicos nacionales, tanto en el desarrollo de ingeniería como en la construcción de infraestructura. Este es un tema complejo y muy importante porque además de ser un factor de promoción del desarrollo tecnológico propio, condiciona luego la dependencia en el mantenimiento de la central en operaciones».

Gustavo Castellano, licenciado en Física (UNC), docente e investigador en el Grupo de Espectroscopía Atómica y Nuclear de la Facultad de Matemática, Astronomía y Física de la UNC, ve de manera favorable el acuerdo para la construcción de Atucha III.

Planteó que Argentina producirá energía de la manera más «limpia» posible, ya que la generación en centrales nucleares, en gran medida, evita la emisión de gases contaminantes, originando desechos en volúmenes miles (e incluso millones) de veces menor que en otras formas de producir energía.

Aún así no significa que no se genere impacto sobre la naturaleza, pero consideró que en el presente estas centrales conforman la manera más respetuosa a nivel ambiental para generar energía en grandes poblaciones.

«Las desventajas principalmente se centran en los desechos que se producen, que deben manipularse y almacenarse con cuidado, y también en los posibles accidentes, provocados por catástrofes naturales o antropogénicas, como los incidentes de Chernóbil​ o Fukushima», dijo.

Con la opinión de trabajadores, docentes y especialistas en energía nuclear, se abre un debate: ¿es la energía nuclear una opción valida para la transición energética o falta perspectiva ambiental a la hora de invertir en otras fuentes de energía sustentables?

Con información de El Resaltador.

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