El Festival de la Tierra y la Industria de Monte Cristo fue un «Un Festival para pocos»
Así decidieron nombrarlo los vecinos de la localidad.Muchos expresaron sus quejas por redes sociales. Que las fotos desde el escenario no te engañen:El predio como mucho tuvo una ocupación del 60%, mayormente por personas que se trasladaron desde la ciudad de Córdoba.
El Festival de la Tierra y la Industria 2024 fue un verdadero «festival para pocos», como varios del público decidieron nombrarlo, poniendo sus quejas en redes sociales.
Poco o mucho tiene que ver con el hecho de que el evento contó con un aforo bastante menor al esperado.
Que las fotos desde el escenario no te engañen: el Arena Monte Cristo estuvo, como mucho, un 60% ocupado, mayormente por personas que se trasladaron desde la ciudad de Córdoba.
Es cierto que la oferta musical era buena: la China Romero como telonera, y de los ya consagrados, La Barra, Trulalá y Bersuit, una banda legendaria del rock que, por primera vez, pisaba suelo montecristense. Sin embargo, la crítica principal no es tanto lo que estuvo sobre el escenario, sino lo que sucedió debajo de él.
Este festival ya se había convertido en una tradición en la ciudad, que esperaba con ansias cada oportunidad de reunirse en la Plaza Sarmiento, disfrutar de los artistas locales y ver cómo la noche se coronaba con la presentación de artistas de renombre. Sin embargo, este año, las expectativas se vieron rápidamente desinfladas. Un público acostumbrado a sentarse a disfrutar del espectáculo y consumir productos a precios razonables se encontró con una experiencia muy diferente.
Una de las quejas más recurrentes fue el formato «recital» del festival:
No hubo sillas, algo impensable para un evento que duró más de seis horas. La falta de comodidad para un público que estaba acostumbrado a un espacio adecuado, donde poder descansar entre las presentaciones, resultó ser un inconveniente significativo. Las piernas cansadas y la incomodidad general no hicieron más que aumentar la frustración de los asistentes.
Y si hablamos de precios, la situación no mejoró. Los costos fueron exageradamente altos.
Una familia de cuatro personas debía gastar no menos de 80 mil pesos para asegurarse un mínimo de sustento, como una gaseosa y una hamburguesa. La mala organización conspiró contra el evento y como nunca antes, mucha gente de la ciudad decidió darle la espalda al festival.
La falta de accesibilidad, tanto en precios como en servicios, hizo que muchos prefirieran quedarse en casa.
Otro aspecto negativo que se destacó fue la ausencia de participación de las instituciones locales en el buffet. Aunque se les entregaron algunas entradas para vender, el negocio no fue para ellas. El verdadero beneficiario fue la productora encargada del evento, que se quedó con la mayor parte de las ganancias, tanto de las entradas como de la venta de bebidas y alimentos. Esto dejó un sabor amargo en los ciudadanos, que esperaban que, al menos en este aspecto, el festival devolviera algo a las instituciones que tanto trabajo hacen a lo largo del año en la comunidad.
Algunos prestadores de servicios locales, se quejaron y expresaron: “Sacaron el pan de la boca y dejaron sin trabajo a muchos montecristenses para dárselos a los de afuera”.
No podemos dejar de mencionar la indiferencia hacia los artistas locales. En un intento por hacer el festival más atractivo para los visitantes, se olvidaron de que quienes hicieron grande a este evento fueron los vecinos de Monte Cristo y sus artistas. Hasta ahora, siempre habían sido parte fundamental del cartel, pero este año parecieron ser relegados a un segundo plano. La inclusión de algunos de ellos en la Feria de Comercio, un día antes del festival, más que una oportunidad real, pareció un consuelo o una excusa para justificar su ausencia en el escenario principal. Los artistas locales merecían más, y el público también lo sabía.
Además, fue contradictorio que el festival se haya privatizado para evitar que el municipio tuviera que poner dinero en la organización, pero que, a la vez, las autoridades tuvieran un lugar privilegiado en una carpa, con catering y con todas las comodidades. La casta siendo casta…
Por todo esto, lo que debería haber sido una fiesta para todos terminó siendo un festival para unos pocos… y de afuera.
Un evento que dejó mucho que desear, tanto en la organización como en el respeto hacia aquellos que, desde hace años, han sido la base de este festival.
Monte Cristo se merecía más. Su gente se merece más. Y, por sobre todo, su tradición de festivales debería ser cuidada y respetada, no solo como un atractivo para el público foráneo, sino como una verdadera celebración de lo que fue y debiera seguir siendo.
Entre los presentes, otra de las quejas manifestadas, es que para la magnitud del evento, había pocos baños químicos, lo que llevaba a largas colas. Eso sin mencionar que a la hora de comprar algo para comer, también era larga la espera.